GENERAL WALTER
El 28 de marzo de 1947 moría, en el curso de una emboscada en la zona de Jablonski y Baligrod, el general polaco Karol Swierczewski, viceministro de Defensa de Polonia, instructor en la Academia Militar de Frunze, Jefe del Éjercito Polaco durante la II Guerra Mundial, liberador de Praga… y general del Ejército Popular de la República Española con el nombre de “General Walter”. Resulta paradójico que quien llevaba más de treinta años luchando en todos los frentes de Europa fuese a morir tan cerca de casa dos años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial.
Entre el 18 de Julio de 1936 , fecha del alzamiento militar facista contra el gobierno de la República, y noviembre de 1938, entre cuarenta y cincuenta mil hombres y mujeres de cincuenta países diferentes lucharon en defensa del gobierno del frente popular, elegido democráticamente. Mientras que las naciones facistas estaban ayudando abiertamente a los sublevados y Gran Bretaña se constituía en uno de los principales fundadores del comité “neutral” de “No Intervención”, la cooperación entre los partidos comunistas del mundo, entre ellos el Partido Comunista de España, permitió organizar a través de la Internacional Comunista la llegada de los miles de voluntarios y voluntarias que se ofrecían a las Brigadas Internacionales.
El General Walter nació en el seno de una familia de artesanos en la Varsovia de 1897. A los 18 años, en plena Primera Guerra Mundial, fue evacuado a Rusia con el resto del personal de la fábrica donde trabajaba, no tardando en unirse a los bolcheviques, participando en la Revolución de Octubre. Formó parte del Ejército Rojo en los combates contra las fuerzas de Intervención, obteniendo la Estrella Roja por su actuación.
Su última participación en la Guerra Civil española se produjo en marzo de 1938 en Aragón al mando de la 35 División. Estaba en posesión de la más alta condecoración de la República Española: La Laureada o Placa de Madrid. El 6 de mayo de 1938 era relevado en el mando de la 35 División por el mayor Pedro Mateo Merino.
Tas su salida de España Walter ocupó una serie de cargos de gran responsabilidad. Desde 1946 hasta su muerte en 1947 fue Viceministro de Defensa de Polonia. Los continuados repartos, reunificaciones y divisiones del territorio polaco a lo largo de los siglos, habían creado en Polonia una zona étnica y lingüística de minoría ucraniana. Durante la Segunda Guerra Mundial se creó el Ejército Insurgente Ucraniano (UPA), que tomó como línea de operaciones la “caza” de las guerrillas prosoviéticas y la eliminación de todos los judíos que se habían refugiado en las zonas boscosas donde no habían entrado los alemanes. Más adelante todo polaco de origen no ucraniano pasó a ser objetivo del UPA. Se calcula que sus víctimas pudieron alcanzar la cifra de cuarenta mil. A finales de julio de 1944 el UPA llegó a un acuerdo de colaboración con los nazis. Una vez derrotado el nazifacismo en la Segunda Guerra Mundial como consecuencia de la llegada del Ejército Rojo a Berlín en mayo de 1945, el UPA mantuvo su actividad hasta finales de 1948 en que fue finalmente eliminado. En el curso de estas acciones en marzo de 1947 encontraría la muerte Karol Swierczewski, “General Walter”, a los cincuenta años de edad. Ante la estatua que se le dedicó en Varsovia, los veteranos de la guerra de España, especialmente miembros de las Brigadas Internacionales, se reunían periódicamente para rendirle homenaje.
Ernest Hemingway inmortalizó al General Walter en su obra Por quién doblan las campanas (1940). En noviembre de 1950 Rafael Alberti le dedicó este poema:
En la tumba del General Walter, Héroe de España y Polonia
Walter, hermano mío,
nuestro, de España en guerra,
mírame aquí en tu tierra
mírame en tu río.
Por ti Vístula enciende
fuegos del Manzanares,
Madrid habla encinares
que Varsovia comprende.
Dichoso tú en el sueño
de tu muerte que es vida
de libres resplandores.
La paz es nuestro empeño,
de España perseguida
son para ti estas flores.
Pedro Mateo Merino resume en pocas palabras la impresión que Walter había dejado entre sus compañeros: “… se despidio con el rostro contraído y los ojos húmedos por el dolor… Nos abrazamos. Sobraban las palabras. En todos se advertía una honda emoción. De pie, en la explanada, vimos desaparecer en la noche las luces del auto que lo llevaba, conscientes de que la República perdía a uno de sus mejores defensores. Era el 6 de mayo de 1938”.
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